Espacios de habitar: Pao1 [1]

Existe un extraño optimismo que impregna la obra. Se percibe tanto en los dibujos del proyecto como en las fotos del modelo, con esa chica ensimismada en sus leves quehaceres y los suaves colores que tratan de inmaterializar las, ya de por sí frágiles, contornos de los distintos módulos. De cierto que no hay alegría en ninguna de las fotos, ni en los dibujos, a pesar de su explosiva puesta en escena, desprenden cierta contención, tal como si fueran un ensayo de tai-chi o de yoga. Posturas forzadas para conseguir un espacio de calma dentro del vibrante formalismo, que encierra una voluntad de elegancia tanto en las formas como en los encuentros y los detalles. Es esta voluntad de calma, elegancia y ligereza, a pesar de toda la confusión que generan los flujos de información y de personas por los espacios de habitar en la vida postmoderna, la que imprime ese aura de optimismo sobre una cultura que, a pesar de todo, es capaz de generar belleza en sus construcciones y en sus artefactos. Una belleza clásica, de proporciones apacibles y elegancia en la construcción articulada con piezas simples. Se diría que Toyo Ito mira su presente como los antiguos griegos miraron el suyo, confiando en que la belleza producida por la cultura contenga unas actividades humanas igual de bellas, calmadas y reflexivas.

Entre la voluntad y la herencia.

Aunque a veces se confunda, existe una diferencia insalvable entre la miel y la abeja reina. Aún es más confuso con la famosa jalea real. Flamencos de familia, nacidos y criado en la colmena, juran que en la miel les corre por las venas por nacimiento y se consagran a un maquillaje continuo, persuadidos de que acabarán poniendo huevos. Pero los huevos son sólo para Tony Montana.