Pintura y arquitectura [1]

Pintura mural (Ant)Hubo un tiempo en que la pintura era indisociable de la arquitectura, o dicho de otro modo, una construcción arquitectónica no estaba completa hasta que la pintura revestía buena parte de sus superficies. Era una relación simbiótica, en la que la pintura hallaba su soporte en el espacio resguardado que generaba la arquitectura, y ésta, encontraba en paramentos policromados y en esculturas el argumento y la comunión con el público (no había público en esos tiempos, más bien, usuarios). Ese tándem, que empezó en los primeros templos egipcios y griegos, y puede que antes, (algunos afirman que en las cuevas prehistóricas) fue diluyéndose conforme la arquitectura fue tomando conciencia de la suficiencia del propio lenguaje arquitectónico, capaz de expresarse exclusivamente a través de las formas, los materiales y los sistemas de construcción, sin necesidad de una literatura gráfica que le diera sentido. La pintura, a su vez, se independizó, sin sentir añoranza por los tiempos de convivencia,  y comenzó un camino en solitario que terminaría en la orfandad (o libertad máxima) de temas, estilos y en sucesivas crisis de identidad que la harían mirar hacia detrás y hacia adelante con la misma legitimidad, según fueran momentos evolutivos o de involución cultural.
Ahora bien, muchos artistas parecen no haber perdido de vista los orígenes gemelos de la pintura y la arquitectura y, desde que la pintura es libre para seguir sus propios impulsos, parece guardar un amor ambivalente hacia la otra disciplina con la que compartieron infancia.

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Desde Giorgio di Chirico, con sus perturbadoras arquitecturas quiméricas y atemporales, hasta artistas más actuales, como Anselm Kiefer o Miquel Barceló, ambos preocupados por el deterioro de la materia y la memoria, representan grandes espacios arquitectónicos con un tratamiento espacial que revela una apropiación brutal, atendiendo a lo espacial en lugar de a lo material.  Difícil es  encontrar en estos ejemplos alarde de conocimiento por una disciplina a la que hasta hace poco estuvieron emparentadas como gemelos homocigotas y en su lugar, su utilización es como escenario donde plantear su discurso. Pintura en malas condiciones sobre soportes degradables, desmaterialización o sobrematerialización de la estructura en direcciones que poco tienen que ver su función estructural.

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La arquitectura y los espacios que genera, como cualquier otro objeto de representación desde el romanticismo, deriva entre la legibilidad de lo representado y la impronta del autor, que en un momento, largo ya, de deslegitimación de verdades absolutas, prescinde incluso de las respuestas a las leyes físicas de las que la arquitectura hace su objeto de trabajo. A mí no me molesta personalmente, es más, encuentro estas visiones muy valientes y potentes y, salvo algunas excepciones, no existe reciprocidad en esta visión cruzada entre disciplinas. La visión del arte, de la pintura, de los arquitectos es tangencial y únicamente se manifiesta, a veces de manera magistral, durante la fase de proyecto y presentación, sin rastro en la obra una vez construida. El próximo post sobre esto.
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LUC TUYMANS: Pintura seria [1]

luc_tuymans02Este pintor belga, nacido cerca de Amberes en 1957, es uno de los grandes pintores figurativos de finales del s xx y principios del xxi. ¿su truco? No creo que podamos hablar de truco de prestidigitación, sino más bien de un conocimiento exhaustivo de la pintura flamenca, tradición a la que se inscribe sin titubeos, y de la pintura en el arte europeo en general. Sus cuadros, de mediano formato en su mayoría, engañan a simple vista, pues puede considerarse un arte para iniciados. Complejos mecanismos de descosificación del lienzo, como crítica implícita a las tropelías y snobismos que sufre la pintura en estos tiempos convulsos.20091130093240_LucTuyman_Maypole

Él opta por pintar, tras largas reflexiones, sobre temas de actualidad política y social, como son las injusticias cometidas en la liberación del Congo belga, la administración Bush o incluso la Shoah. Se trata para nosotros, españoles, de una pintura extraña y encriptada, acostumbrados como estamos a admitir el nacimiento de la tradición española casi casi con el Greco, Velázquez, Zurbarán y Goya como pilares, donde el realismo o un cierto expresionismo avant la letre han sido las señas de identidad y marcadores de calidad. El uso del color, abundante y la perfección técnica nos son indicativos de la calidad de la obra.
Sin embargo, esto no es común en toda Europa y basta decir que para Tuymans el pintor de referencia no es Velázquez, sino Jan van Eyck, casi dos siglos anterior a Velázquez, y cuya principal aportación fue su renuncia a la representación iconográfica de la iglesia y su apuesta en firme por el realismo (un realismo, repito, arcaico y extraño para nosotros al compararlo con los nuestros). Pero es en esa subversión delicada donde se mueve la obra de Luc Tuymans. jan_van_eyck_0591
No hay en él rastro de un expresionismo brutal, renunciando a cualquier tipo de bodypaint o pintura performática salvaje, sino que lo suyo es un arte de bisturí y precisión. No lo parece, verdad? Pues así es. La pintura está aplicada sin el yugo de una técnica ancestral, sino que sus colores pálidos y “acuosos”, como diluyéndose en la historia, a pesar de las gruesas capas de pigmento, dan testimonio del momento tan aciago por el que pasa la pintura como también la falta de espectacularidad que el cuerpo humano interpreta en el arte actual, según esta visión historicista de su pintura.

Sus obras parecen estar mal pintadas,  con falta de pericia técnica, pero una mirada atenta te persuade de que no es sólo lo que parece, sino que detrás de esta supuesta mala gana, se encuentra un trabajo teórico previo importante y una manufacturación cuidadosa y experta, que reverencia y critica el oficio de pintor a partes iguales. ¿Cómo habría reaccionado van Eyck si hubiera vivido en estos tiempo? Posiblemente habría hecho buenas migas con Luc Tuymans. Un grande.

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Pintura y moderneo [4] G. Mora.

GUILLERMO_MORA_Casi-tres_[baja2]En línea con los anteriores posts y en consonancia con el ambiguo papel que juega la pintura en el arte actual, he encontrado la obra de un joven artista español, Guillermo Mora, que trabaja y reflexiona sobre este aspecto con bastante acierto. Es cierto que la suya no es una postura que entronque con la tradición pictórica al uso, como anteriores reseñas,  y que su obra se mueve en un espacio teórico global, más influido por el post-minimal  y el pop americano que por Velázquez y Picasso, por decirlo de alguna manera.
A medio camino entre la crítica del uso pictórico y la celebración de la globalización del mercado del arte, sus obras de mantas de pintura acrílica dobladas y empaquetadas, listas para un envío urgente (vía FedEx®, tal vez) para cualquier coleccionista del mundo resultan unas piezas atractivas y golosas. Conocemos el material y el color e intuimos que son de gran formato, pero este autor prefiere la compacidad de la materia, el contacto entre las capas y los pliegues neumáticos que, debidamente empaquetados, se abandonan en el ángulo de los planos blancos ortogonales de la pared y el suelo. Es una obra potente y modesta.GUILLERMO_MORA_Uno_casi_dos_001

Parece que esta reflexión metalingüística en torno a la pintura, la ha venido trabajando en anteriores obras, en las que también juega un papel el bastidor, descompuesto y huidizo, pero es en ésta serie en la que, en mi opinión, condensa mejor su discurso.

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Pintura y moderneo [3]

Antes de todo, reconozco que el título no está nada bien, porque el moderneo huye de la pintura como de la peste. En los próximos posts me meteré en el moderneo de verdad, postureo4life! de momento al tema.
Eduardo Arroyo  (13)

Ante la pérdida de fe en que la pintura siga siendo un medio eficaz para representar la condición humana después del final del espíritu moderno y la irrupción en el arte de nuevos medios como el vídeo, las performances o el procesamiento digital de imágenes, algunos pintores, comprometidos con la pintura, han adoptado estrategias que, de alguna manera, salvan las contradicciones implícitas en esta práctica con bastante acierto.

Hay algunos autores figurativos resistentes en un escenario dominado por la abstracción o el informalismo, como Eduardo Arroyo, que aunque influido por una estética pop, no han renunciado nunca a la pintura con óleo, imagino que para mantenerse en la línea de la tradición de pintura española. La ironía que se desprende tanto de los temas tratados como en el mismo uso de la pintura (la técnica) es el recurso que legitima su uso del material. Eduardo Arroyo es un gran dibujante, y por consiguiente, la figuración debe ser su campo de acción más natural. No usa habitualmente la fotografía como soporte, pero sí tiene algunos ejemplos muy interesantes.

Entre-pintores-1975Otro autor que sí centra su trabajo en la pintura sobre fotografía es Arnulf Rainer. En este caso hay menos ironía y más tragedia en su visión del hombre, y la pintura, escasa y con voluntad expresionista, se utiliza para amplificar el drama o el sufrimiento de los retratados, que si ya en las fotografías parecen necesitar un buen psicólogo, con el tratamiento de pintura encima no hay prozac en todo el mundo que los ponga derechos. Arnulf Rainer trabaja también con elementos más abstractos y simbólicos, que son muy interesantes, pero esta es la obra que mayor difusión ha tenido y que le ha valido el prestigio.

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Tanto uno como otro, en estas obras, utilizan la pintura sin hacer uso de una técnica demasiado compleja  ni hermética, Arroyo con un pincel plano (parece) y Rainer con carbón y pinceles duros o con barras de óleo (resulta mucho mejor el óleo sobre el papel de fotografía que cualquier pintura acrílica, pues al endurecerse por oxidación no produce tensiones de secado sobre el soporte, manteniéndolo liso) lo que a la postre pone de manifiesto que el papel del pintor como maestro artesano no es lo que concede la fuerza a estas obras.

*dejo un trabajo mío. Es un retrato de un amigo por encargo. Óleo sobre soporte fotográfico sobre madera.

Bruno

Pintura y moderneo + visita al Prado [2]

«¿Te acuerdas de la pelea aquella en el Garden? Bajaste al vestuario y dijiste: ‘Chaval, hoy no es tu noche. Hemos apostado por Wilson’. ¿Te acuerdas de eso? Hoy no es tu noche. ¡Mi noche! Esa noche yo podría haber partido a Wilson en dos. ¿Y cómo acaba esto? Acaba con que le dan el billete para pelear por el título. Y a mí un billete de ida al país de los gilipollas. Nunca volví a valer nada después de aquella noche […]

Estas frases las escupe Marlon Brando en La ley del silencio a su hermano, en quien había confiado plenamente y quien, según él, le ha traicionado. La película es de Elia Kazan, de 1954, con guión de Budd Schulberg, y es lo que, siguiendo el post anterior, muchos pintores modernetes parecen haber pensado de la pintura. Y no les falta razón, pues si bien pertenecen a una dinastía con grandes aristócratas entre sus antepasados, ahora parecen haber perdido el papel capital que antaño jugaban en el juego del arte, y ante la constatación de que ahora poseen un apellido importante pero que trabajan en una estación de metro ocupándose solamente de que el tren llegue a tiempo, mientras los laureles y las chicas van a parar a instaladores, videoartistas, grafiteros o a todo eso mezclado y rebozado de Gucci, muchos reaccionan con ira y reproches ante la pintura. Encerrarse en el caserón familiar para pintar como Murillo no es la solución, ni tampoco lo es el desaire público con el que algunos pretenden hacer creer que corren hacia adelante, cuando lo único que hacen es imitar, bajo una estética contemporánea, el virtuosismo con el pincel de sus abuelos. Hablo siempre de pintores que aún creen en la figuración, es importante tener esto presente.

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La falta de confianza en la capacidad de la pintura para representar al ser humano en el siglo XXI, es tan peligroso que más valdría, si te asomas al abismo, abandonar la pintura antes de terminar siendo un cenizo. A poco que mires por ahí te encuentras fácilmente con muchos pintores figurativos que en su malestar, acaban haciendo  obras tremendamente parecidas y repetitivas. Adrian Ghenie, Jaybo o Nick Lepard, por poner algunos ejemplos fáciles de encontrar en cualquier blog. Bien es cierto que no son pintores de primer nivel, pero ahí están, a la vista de todos. La estrategia que parecen seguir es la siguiente: si el hombre del siglo xxi es decadente y está destrozado, y la pintura está también por los suelos, se asimila la representación del hombre roto con la aplicación de pintura medio descompuesta y cuidadosamente mal puesta, y listo. Creo que es una posición facilona y muy autoindulgente, pero repito, tampoco sé yo cómo hay que hacerlo.

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De vuelta a mi visita al Prado, lo que entendí perfectamente es que aquellos pintores podían dudar a veces del ser humano, pero no parecen dudar ni un instante de la capacidad de la pintura para representar al ser humano y a todo lo humano.

Aquelarre

En el próximo post terminaré con este tema, con ejemplos de pintores que, aún a sabiendas de las limitaciones de la pintura, adoptan estrategias para expresarlo todo sin caer en efectismos ni lagrimeos. Siempre según mi parecer, pues no querría parecer que yo tengo la solución a nada, pues si la tuviera la estaría vendiendo cara. Pero comparto lo que voy encontrando en mi propia búsqueda.

Para todos los que duden, conviene tener presente el final de Elia Kazan y Budd Schulberg, que a pesar de ser ambos unos tíos tremendamente talensosos, acabaron condenados al ostracismo gracias a los lagrimeos y chivatazos en los que cayeron al ver amenazado el sistema en el que tenían depositadas todas sus esperanzas. Más les habría valido callarse y seguir con lo suyo.

Pintura y moderneo + visita al Prado.

Es común escuchar en la universidad de Bellas Artes de Barcelona, entre los estudiantes interesados en la pintura, que nunca nadie les ha enseñado nada de técnica y que cambiarían con gusto la mitad de la libertad de la que disponen para desarrollar sus proyectos por unas horas a la semana de trucos de oficio. Desconozco si esta queja es compartida, con las sustituciones lógicas, por los estudiantes de fotografía, escultura o vídeo, aunque me extrañaría mucho. En torno a la pintura se ha instalado una bruma de conservadurismo, posiblemente con la complicidad de algunos profesores de taller, según el cual se piensa demasiado y no se pinta lo suficiente. No hay excusa para esta posición y, desde luego, la pintura ha de convivir con otros medios de producción artística considerados menores tradicionalmente, pero que a día de hoy, ocupan, por méritos propios, una posición equiparable, si no superior, a la de la pintura.

La solución no parece, desde luego, profundizar en el oficio de pintor para producir obras de impecable confección técnica, sino incorporar la construcción de la obra al discurso artístico, dejando a la vista si es necesario, los “andamios” y los atajos que se hayan podido utilizar en el proceso. Una reivindicación de la pintura no puede pasar por devolverla al taller de artes y oficios.
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En una reciente visita al Prado, pude comprobar la pertinencia de incorporar el proceso de construcción, según una lectura contemporánea de la obra. La exposición temporal del joven Van Dyck, muestra a las claras el proceso de aprendizaje de un alumno avanzado. Con obras rápidas y con poca pintura, la producción y la repetición parecían más importantes que un acabado pulido y hermético, y es precisamente esta frescura de lo inmediato, la que le confiere a la exposición la fuerza de la contemporaneidad, llenando las salas de gente y ofreciéndonos un diálogo abierto que desde luego no podemos tener con la maestría de Raphael, al que todo el mundo pasaba de largo sin dedicarle apenas unos segundos.

Por cierto, si alguien quiere aprender técnicas y trucos de pintor, con un poco de atención, puedes robarle al joven Van Dyck, aburrido en temática hasta decir basta, unos cuantos de los buenos.