En línea con los anteriores posts y en consonancia con el ambiguo papel que juega la pintura en el arte actual, he encontrado la obra de un joven artista español, Guillermo Mora, que trabaja y reflexiona sobre este aspecto con bastante acierto. Es cierto que la suya no es una postura que entronque con la tradición pictórica al uso, como anteriores reseñas, y que su obra se mueve en un espacio teórico global, más influido por el post-minimal y el pop americano que por Velázquez y Picasso, por decirlo de alguna manera.
A medio camino entre la crítica del uso pictórico y la celebración de la globalización del mercado del arte, sus obras de mantas de pintura acrílica dobladas y empaquetadas, listas para un envío urgente (vía FedEx®, tal vez) para cualquier coleccionista del mundo resultan unas piezas atractivas y golosas. Conocemos el material y el color e intuimos que son de gran formato, pero este autor prefiere la compacidad de la materia, el contacto entre las capas y los pliegues neumáticos que, debidamente empaquetados, se abandonan en el ángulo de los planos blancos ortogonales de la pared y el suelo. Es una obra potente y modesta.
Parece que esta reflexión metalingüística en torno a la pintura, la ha venido trabajando en anteriores obras, en las que también juega un papel el bastidor, descompuesto y huidizo, pero es en ésta serie en la que, en mi opinión, condensa mejor su discurso.