Pintura y moderneo [4] G. Mora.

GUILLERMO_MORA_Casi-tres_[baja2]En línea con los anteriores posts y en consonancia con el ambiguo papel que juega la pintura en el arte actual, he encontrado la obra de un joven artista español, Guillermo Mora, que trabaja y reflexiona sobre este aspecto con bastante acierto. Es cierto que la suya no es una postura que entronque con la tradición pictórica al uso, como anteriores reseñas,  y que su obra se mueve en un espacio teórico global, más influido por el post-minimal  y el pop americano que por Velázquez y Picasso, por decirlo de alguna manera.
A medio camino entre la crítica del uso pictórico y la celebración de la globalización del mercado del arte, sus obras de mantas de pintura acrílica dobladas y empaquetadas, listas para un envío urgente (vía FedEx®, tal vez) para cualquier coleccionista del mundo resultan unas piezas atractivas y golosas. Conocemos el material y el color e intuimos que son de gran formato, pero este autor prefiere la compacidad de la materia, el contacto entre las capas y los pliegues neumáticos que, debidamente empaquetados, se abandonan en el ángulo de los planos blancos ortogonales de la pared y el suelo. Es una obra potente y modesta.GUILLERMO_MORA_Uno_casi_dos_001

Parece que esta reflexión metalingüística en torno a la pintura, la ha venido trabajando en anteriores obras, en las que también juega un papel el bastidor, descompuesto y huidizo, pero es en ésta serie en la que, en mi opinión, condensa mejor su discurso.

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entre la expresión y el sistema #2: Barry Le Va.

Si en el anterior post se insunuaba una actitud ambivalente ante la capacidad de expresión de las formas y la voluntad de ceñirse a un método de trabajo desde una perspectiva primaria y ajena al arte profesional, hoy la misma conjetura se aplica a un artista americano nada sospechoso de ejercer la clandestinidad.

Barry Le Va, empezó su producción artística a mediados de los 60, en un marco artístico dominado por el minimalismo, donde artistas como Robert Morris o Donald Judd,  , despreciaban la composición por partes típica de la sintaxis cubista (europea) como método de trabajo, y, posiblemente, influidos por la pintura americana abstracta de la década anterior, desarrollaron un sistema de trabajo tan simple y directo como había sido la pintura expresionista abstracta. Así vaciaron sus obras de cualquier referencia figurativa u ornamental para centrarse en las condiciones arquitectónicas de los objetos y su relación con el espacio que los acogía y los cuerpos en movimiento de los espectadores. De esta trinidad se desprendía el significado de la obra. No obstante existía cierta limitación en el uso unitario de superficies, formas, colores y texturas y esta concepción del arte, aunque interesante, rápidamente se volvió aburrida y repetitiva.

Es en este contexto en el que empiza Barry Le Va su trabajo, y junto con otros artistas como Bruce Nawman, Keith Sonnier, Lynda Belglis o Alan Saret, se le suele agrupar como postminimalista. En sus obras se acude a la diversidad de materiales, muchas veces pobres, a la tecnología, al movimiento, a textos y a la representación del cuerpo, elementos que habían sido rechazados por los minimalistas en pos de un método encorsetado y restrictivo que poco tenía que ver con las pulsiones humanas.

La obra se revela como un proceso abierto estructurados en distintas capas y con la presencia del tiempo muchas veces a la vista, sin eliminar el rastro de los errores, y no tanto como un objeto acabado y pulido, y es en este proceso donde se busca un sistema de trabajo, a veces matemático, otras veces aleatorio, que es el que en última instancia y con interferencias de la propia mano del artista y con ayuda muchas veces de referencias externas, biomórficas o culturales, donde se instala el interés de la obra. No es sorprendente, a la vista de su trabajo, que Le Va hubiera estudiado varios años arquitectura como tampoco lo es la similitud que muchas representaciones actuales de espacios arquitectónicos y urbanísticos guardan con sus obras.