Si bien la pintura y la escultura aceptan sin complejos que hubo un tiempo en que compartían cuerpo con la arquitectura, la aceleración tecnológica de la que hace uso la arquitectura, aplicando al instante cualquier solución técnica novedosa en sus construcciones, parece haberla hecho olvidar el útero del que proviene, y sin embargo es la única que repite una y otra vez el mismo ejercicio. Pues si bien se puede discutir sobre qué hablan el resto de artes, la arquitectura es esclava de una función, y es la de dar cobijo a las personas. Del cobijo a los robots se encargan los ingenieros y puede que pronto, viendo el panorama, pronto se ocupen del nuestro también. No porque sepan de personas, sino porque ya somos casi robots, pero ese es otro tema.
Esta dependencia de la tecnología crea la ilusión de que la arquitectura sigue el ritmo que la hipertecnificación marca en nuestra sociedad, mientras que en pintura los avances técnicos son contados desde el principio de la industrialización, con los óleos envasados, y la muy posterior introducción de materiales acrílicos y sintéticos. Ya está. Ahí está todo, pues cualquier otro avance en el siglo XX es un derivado de éstos. Ese amiguismo con el avance técnico coloca, sin embargo, a la arquitectura en una posición difícil. (“estaba de Dios que se endiosara” como dice la canción)
Esta situación familiar, de hermanos ricos y hermanos pobres, se aprecia fácilmente en cualquier revista de arquitectura, en las que dentro de un discurso normalmente humanista, y honesto en la mayoría de los casos, se hacen reverencias y constantes alusiones a aportaciones e influencias de la pintura, la fotografía, el cine, la web o hasta el porno si es necesario. Preámbulos de concesiones de mérito al trabajo del hermano bohemio, pobre! Resultan encantadoras sus extravagancias! No obstante para explicar y ejecutar el trabajo propio, pocos, muy pocos arquitectos echan mano de recursos plásticos derivados de las bellas artes. Algunos fotomontajes, hay quien tiene mano dibujando, y poco más. La estética predominante resulta de un manejo informático de las imágenes, sutiles y femeninas fachadas que esconden un fuerte ejercicio analítico dependiente de la oferta de la industria. Las deudas se pagan. Esta forma de presentar los proyectos es doblemente peligrosa, pues por un lado pretenden vender un resultado que en modo alguno será el edificado, y por otro, entorpece la crítica del proyecto en sí, al resultar, en los casos más extremos, completamente ilegible bajo ningún código de lectura. Pásense por cualquier exposición de proyectos para algún concurso en el colegio de arquitectos que tengan más cercanos y verán que en cada propuesta, salvo una ligera idea de la planta, la idea general del proyecto te ves obligado a obtenerla de los renders y los montajes.
Les dejo un enlace para que vean la distancia que existe entre las propuestas de los proyectos y las realidades construidas.
http://www.plataformaarquitectura.cl/category/proyectos-2/
Pura publicidad, y es una pena, pues si el arte en general debería aprender del rigor analítico de los arquitectos, también podrían aportar no sólo en las presentaciones explicativas, sino en los resultados finales. Algunos estudios de arquitectura lo tienen claro. El próximo post sobre ellos.